
Esas mujeres que siempre parecen estar bien, las que sonríen ante cualquier situación, las que nunca dicen que no y siempre tienen tiempo para los demás. Son mujeres que, a los ojos del mundo, parecen invencibles. Fuerte. Independientes. ¡Ellas no necesitan nada!
Pero, ¿qué pasa cuando se cierran las puertas? Cuando no hay nadie mirando, muchas de estas mujeres se sienten solas, cansadas y desbordadas. Lo que no siempre se ve es que, por dentro, pueden estar gritando en silencio, deseando un simple “todo irá bien”, un abrazo de consuelo, o alguien que les pregunte cómo están, pero de verdad.
El peso de ser siempre la fuerte
La sociedad ha creado un mito en torno a estas mujeres. Se asume que pueden con todo, que no necesitan ayuda y que su fortaleza es innata. Pero esta idea es injusta. Las convierte en pilares sobre los que todos se apoyan, pero nadie se detiene a preguntar si también ellas necesitan un descanso.
La realidad es que ser la fuerte del grupo o de la familia tiene un precio. Reprimir las propias emociones para no preocupar a los demás, cargar con problemas que no les corresponden, y sentir que no tienen permiso para mostrarse vulnerables puede llevarlas a un agotamiento emocional profundo.
Una sonrisa que esconde mucho
“Estoy bien”, dicen con una sonrisa que parece sincera. Pero, ¿cómo sabemos si es verdad? Estas mujeres han aprendido a disimular tan bien que es difícil notar cuando algo no va bien. Han creado una armadura que las protege del juicio externo, pero también las aísla de recibir el apoyo que necesitan.
Esa sonrisa, muchas veces, no es un reflejo de su felicidad, sino una forma de protegerse. Porque la sociedad les ha enseñado que no deben mostrar sus debilidades, que no pueden derrumbarse. ¿Cómo cambiar esta narrativa?
Rompiendo el mito de la supermujer
Es hora de dejar de idealizar la fortaleza como si fuera un requisito. Las mujeres que siempre están para los demás también necesitan que alguien esté para ellas. Y no, no es egoísmo ni debilidad pedirlo. Es humano.
Mostrar vulnerabilidad no las hace menos fuertes, las hace más reales. Todas necesitamos un espacio seguro donde podamos quitarnos la armadura y simplemente ser. Por eso, es importante normalizar conversaciones honestas y crear entornos donde estas mujeres sientan que tienen permiso para bajar la guardia.
Pequeños gestos, grandes impactos
Un abrazo sincero. Una llamada inesperada. Un “¿cómo estás, de verdad?”. No subestimemos el poder de estos pequeños gestos. Para alguien que está acostumbrada a darlo todo, recibir un poco de cuidado puede marcar una gran diferencia.
Si conoces a una de estas mujeres, detente un momento y pregúntale cómo se siente. Escucha, sin juzgar, sin intentar resolver nada. A veces, todo lo que necesitan es alguien que las vea, que las entienda y que les recuerde que no están solas.
Y si tú eres una de estas mujeres, permítete descansar. Está bien no estar bien. Está bien pedir ayuda. Porque tú también mereces recibir el amor y el cuidado que tanto das.
Una llamada a la reflexión
Hoy, hazte esta pregunta: ¿A quién puedo ofrecerle un abrazo de consuelo o una palabra amable? Quizá esa mujer fuerte que conoces esté esperando, en silencio, que alguien la vea.
Comparte este mensaje con alguien que lo necesite y recuerda que, a veces, los actos más simples son los que tienen el mayor impacto.
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