
Al principio todo fluye. Ya sea una nueva pareja, una amiga con la que conectas de inmediato o incluso una relación laboral que te ilusiona, te entregas desde el corazón.
Te ilusiona compartir, estar, sumar. Quieres que funcione, y te esfuerzas para que así sea.
Pero poco a poco, casi sin darte cuenta, te vas desplazando.
Empiezas a decir “sí” cuando querías decir “no”.
Empiezas a adaptar tus planes, tus tiempos, tus necesidades…
Hasta que un día te das cuenta: otra vez te estás dejando para después.
Otra vez estás cediendo demasiado espacio. Otra vez estás apagándote tú para que la relación no se incomode.
Otra vez estás en ese lugar donde ya juraste no volver.
¿Te suena alguna de estas situaciones?
🔹 María salía a caminar cada mañana con sus auriculares y su playlist favorita. Era su momento de conexión. Pero cuando empezó su relación, dejó de hacerlo para quedarse un rato más en la cama. “Ya lo haré mañana”, pensó. Dos meses después, se sentía más cansada y desconectada de sí misma.
🔹 Lucía hizo una nueva amiga que la incluía en todo. Al principio fue emocionante, pero con el tiempo notó que sus tiempos, sus gustos, sus límites no importaban. Cuando intentó poner uno, se sintió culpable.
🔹 Carmen, después de mucho trabajo personal, se ilusionó con alguien que parecía distinto. Pero pronto notó que volvía a callarse cuando algo no le gustaba, para no romper el clima. Reconoció ese viejo patrón de adaptarse para ser querida.
La trampa del “mejor no digo nada”
Nos enseñaron a no incomodar.
A no ser “demasiado”.
A ceder para conservar.
Y muchas veces eso nos hace elegir entre dos cosas igualmente dolorosas:
💔 Decir lo que necesitamos y arriesgarnos a molestar,
o
💔 Callar y traicionarnos para que todo “siga bien”.
Pero hay un momento, uno muy valiente, en el que algo dentro de ti dice:
“Por aquí no vuelvo a pasar.”
Ese momento lo cambia todo
Ese momento no llega desde la rabia, sino desde el amor propio.
Desde haber aprendido. Desde conocerte.
Desde recordar que tú también mereces espacio, voz, descanso, presencia.
Te eliges.
Y no desde el ego, sino desde el respeto.
Porque tú también importas.
Porque si una relación (de cualquier tipo) solo funciona cuando tú te callas, cedes o te anulas, entonces no está funcionando de verdad.
No se trata de cortar, se trata de recordar
No siempre tienes que romper un vínculo.
A veces basta con recolocarte tú dentro de ese vínculo.
Volver a tu sitio. Retomar tus espacios. Expresar tus límites.
Y si el otro no puede sostener tu verdad… entonces tal vez el precio que pagas por estar ahí es demasiado alto.
Para terminar…
Este artículo no va de culpar a nadie.
Va de darse cuenta.
De volver a ti a tiempo.
De elegirte con ternura.
De construir vínculos donde no tengas que dejarte fuera para que te quieran dentro.
Y tú, ¿te has sentido alguna vez así?
¿Has notado que vuelves a olvidarte de ti cuando entras en una nueva relación?
Cuéntamelo en comentarios o escríbeme en privado. Este blog es un espacio para mujeres valientes como tú, que están aprendiendo a no dejarse para después.
✨ “Elegirte no es rechazar al otro, es recordarte a ti. Y eso también es amor.” ✨