
Cuando eres joven, vives sin grandes preocupaciones.
La vida fluye sin detenerte demasiado a pensar en lo que realmente quieres. Pero, a medida que pasan los años, empiezan a surgir preguntas inevitables: ¿qué estoy haciendo con mi vida? Da igual el área: la salud, el trabajo, la familia, los sueños. Probamos una cosa, luego otra, y a veces nos quedamos atrapadas en una que no nos llena, solo porque parece la opción más segura.
Si queremos bajar de peso, intentamos dietas que no funcionan, acumulando frustraciones que se graban en nuestro interior. Si queremos subir de peso, la lucha es la misma. Probamos trabajos que se convierten en una pesadilla diaria, pero alguien nos dice «qué suerte tienes», y nos lo llegamos a creer, aunque no nos haga felices. A veces, venimos de una infancia dura, donde la disciplina rígida nos impedía expresarnos y los comentarios hirientes nos bajaban la autoestima. Otras veces, hemos permanecido en relaciones que no nos hacían felices, pero nos conformábamos con migajas. Y así, los sueños propios se quedan para después: primero los hijos, la pareja, el jefe, los demás… pero todo se lleva dentro.
También están esas mujeres que, aunque parecen tenerlo todo, sienten un vacío del que casi se avergüenzan porque la sociedad tiene frases para todo: «No te quejes, hay gente peor» o «Deberías estar agradecida». Y muchas, al ser madres, intentan darles a sus hijos lo que a ellas les faltó. Buscan ayuda, prueban terapias, escuchan consejos, pero la mayoría de las veces, las soluciones son parciales y pasajeras. La vida sigue pasando y lo que una lleva dentro sigue ahí. Los hijos crecen, y cuando llega el momento de mirarnos a nosotras mismas, nos damos cuenta de que nos hemos dejado para después durante tanto tiempo, que ni siquiera sabemos por dónde empezar.
A eso se suma el miedo a gastar en nosotras mismas. Invertir en un terapeuta o un especialista parece un lujo, pero gastamos sin pensarlo en otros. Y cuando finalmente nos damos ese permiso, lo hacemos con culpa. Siempre lo comparo con comprar unos zapatos: no me importa gastar dinero en unos buenos si sé con certeza que me van a ir bien. Pero con nosotras mismas, dudamos.
En mis 52 años de vida, he hablado con muchas mujeres y sus historias me han enseñado tanto… Las historias reales son poderosas.
He visto mujeres apagarse y cuando consigo que me digan qué les pasa, les hago reflexionar.
Una dejó de pintar cuadros porque sus hijos le dijeron que ya tenía muchos, que qué iba a hacer con ellos. Yo le hice ver que daba igual; ellos no le dicen dónde gastan su dinero, pero ella no podía dejar algo que le hacía feliz. Los hijos no saben cuánto le afectó, no lo hicieron para hacerle daño, pero ella se dejó para después. Menos mal que lo retomó.
Otra mujer que atraje al grupo, con el tiempo me contó que le había devuelto la vida porque antes se sentía muy sola, aunque siempre estaba acompañada. Todo era atender nietos, marido y casa. Aunque amaba a su familia, no tenía nada propio. En el grupo se sintió muy bien porque aportaba cosas que ayudaban a otras, y descubría cosas nuevas. Dejó de sentirse sola.
Otra se había dejado tanto que ni se arreglaba. Me decía: «¿para qué?». Y claro, le dije «vamos a un taller». Me costó arrancarla (bueno, con casi todas me costó que vinieran, dedicar tiempo para una misma les hacía sentir egoístas), pero otra vez más se hizo la magia. Me gustaría que la vierais cómo se transformó.
Una estaba tan feliz de que llegara el día de los talleres porque nos traía su bizcocho de piña. ¡Madre mía, qué rico!
Podría escribir tantas historias… Soy tan feliz de haber contribuido en algo tan especial, que por eso cuando me preguntan «¿pero qué es Alma Valiente?», no puedo expresarlo como realmente se merece. No sé la situación que estáis pasando y no puedo decir lo que tenéis que hacer, por eso los talleres, por eso la comunidad. Cada una aporta y juntas se crea una energía muy especial. Yo me ocupo de insistir y de buscar todas las profesionales en diferentes áreas para que cada taller os ayude a crecer. Me ocupo de buscar lo mejor para vosotras, de organizar encuentros que nos llenen la vida de vida y que, cuando seamos muy viejitas, tengamos tantos recuerdos maravillosos que nos mantengan la sonrisa.
Así fue como nació Alma Valiente.
Todo empezó en Mallorca, en un grupo llamado Mujeres Poderosas, y con mi trayectoria en Herbalife desde 2014, donde aprendí algo fundamental: cada persona recibe lo que necesita, aunque el mensaje sea el mismo para todas. Con Mujeres Poderosas, organizamos talleres donde nos reuníamos para dedicarnos tiempo a nosotras mismas, y los resultados fueron increíbles. La energía del grupo y las terapias que explorábamos despertaban emociones y heridas que ni siquiera sabíamos que llevábamos dentro.
Luego llegó la pandemia, nos distanciamos, y cuando me mudé a Tenerife, esa experiencia quedó dentro de mí. Trabajé como asesora inmobiliaria, pero en el fondo sabía que mi verdadera pasión era ayudar a las mujeres a no dejarse para después. Y da igual la edad: siempre es un buen momento para redescubrir quién eres y empezar a amarte.
En Alma Valiente, volví a la idea de conocer distintas herramientas a través de una membresía accesible.
He visto con mis propios ojos cómo esto cambió la vida de muchas mujeres. Mi propia hija es mi mejor testimonio. Yo sabía que necesitaba ayuda, pero como es una niña responsable y buena, nadie lo veía. Hasta que un día, en un taller, la vi llorar. En ese momento supe que había encontrado a la persona que podía ayudarla. Y así fue. Tuvo sesiones con ella, y aunque nunca supe los detalles, vi a mi hija transformarse en alguien más feliz.
Por mi parte, fui ganando autoestima poco a poco con cada encuentro. Siempre he sido risueña y extrovertida, pero nadie imaginaba que en mi interior me sentía pequeña, que no valía. Los talleres y la comunidad me ayudaron a sanar cosas que nunca le he contado a nadie.
Por eso creé Alma Valiente. Y no puedo expresar con palabras lo que siento cada vez que veo a una mujer sonreír y agradecerme por haber insistido en que viniera. Porque el nombre del taller nunca puede explicar lo que realmente vas a vivir, ni lo que significa ser parte de una comunidad que no solo ofrece talleres, sino un espacio diario de apoyo, crecimiento y avance.
Si algo he aprendido es que siempre hay tiempo para empezar a amarnos de verdad.
No te dejes para después. Siempre es el momento perfecto para ti.
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