
Una historia real sobre cómo un pequeño cambio en la mañana puede transformarlo todo
En muchas casas, las mañanas se parecen bastante.
Suena el despertador, alguien apaga la alarma con fastidio, otra persona se levanta de golpe y corre por la casa mientras grita que se hace tarde. En la cocina, se enciende la tele con las noticias de fondo, aunque nadie preste demasiada atención.
O eso creemos.
Entre ese ruido de fondo y las prisas, la mayoría tira con lo de siempre:
Un café rápido, una tostada de pan blanco con mantequilla, galletas, magdalenas… o directamente, nada.
Y así, con el estómago medio vacío y el cuerpo sin apenas moverse, empieza el día.
Un día que ya arranca con energía baja, con ruido en la cabeza, con la sensación de que vamos tarde para todo.
¿Te suena?
¿Conoces a alguien que siempre dice que no tiene energía por las mañanas, que empieza agotada, que se siente sin ganas incluso antes de salir de casa?
Yo sí.
Durante mucho tiempo, esa persona fui yo.
Mi desayuno era leche con colacao y algo dulce, casi siempre galletas o bollería. No me daba tiempo a nada más. Decía que ya estiraría el cuerpo “en otro momento” o que ya me cuidaría cuando tuviera tiempo.
Y mientras tanto, encendía la tele como si no pasara nada…
Pero sí pasaba.
Todo eso se metía dentro de mí: lo que comía, lo que escuchaba, lo que pensaba.
Mi energía iba en picado. Me sentía pesada, apagada, reactiva. Y claro, el día se hacía cuesta arriba desde la primera hora.
Hasta que una mañana decidí probar algo diferente.
No fue un gran cambio. Fue un gesto pequeño. Pero fue para mí.
Y lo cambió todo.
Empecé por levantarme un poco antes. Solo unos minutos. Lo suficiente para regalarme un ratito a solas.
Me puse los cascos y elegí música que me hiciera bailar mientras me estiraba suave. A veces escuchaba un podcast que me hiciera sentir viva, inspirada.
Y cambié mi desayuno. Dejé atrás la leche con colacao y empecé a prepararme mi batido Herbalife, con mis suplementos, mi infusión, todo equilibrado y fácil de preparar.
Era sencillo, sí. Pero estaba cargado de intención.
Desde entonces, me dicen muchas veces:
—“Paqui, tú siempre estás feliz.”
Y yo respondo con sinceridad:
—“No siempre. Pero sí elijo alimentar mi energía, todos los días.”
Porque sí, tengo retos. Como todas.
Mi artrosis, por ejemplo, me acompaña cada día. Me recuerda sus límites. Me duele.
Pero aprendí que no todo es físico.
Que también hay que nutrir el alma, la mente, el corazón.
Y que cuando te eliges cada mañana, aunque sea con un pequeño gesto, todo empieza a ordenarse diferente.
Tal vez tú también conozcas a alguien que empieza el día arrastrándose.
O tal vez seas tú. Y si es así, no pasa nada.
Solo quiero que sepas que no estás sola.
Y que puedes empezar a cuidarte antes de que el cuerpo te lo grite.
No hace falta hacerlo perfecto.
Hace falta hacerlo con amor.
¿Te gustaría descubrir cómo puedes empezar tus mañanas con intención, energía y sin complicaciones?
Escríbeme.
Te cuento cómo lo hago yo… y si quieres, te acompaño a hacerlo a tu manera 💚
💬 Te leo en comentarios
📌 Comparte este artículo con esa mujer que siempre dice “estoy cansada”
✨ Recuerda: tu energía es tuya. Y empieza por la mañana.